Mauri tiene 13 años y ha quedado en estado de shock tras la muerte de su padre en un accidente de coche, en el que él también viajaba. El vehículo se precipitó al río y, como recuerdo, al chaval le queda una enorme cicatriz en la cabeza. Rebeca, por su parte, acaba de cumplir 12 años. Sus padres están a 9.000 km de distancia y tiene que vivir por primera vez en un internado. Por otro lado, Jota tiene 18 años y se encarga de un viejo embarcadero metido en el río en el que malvive escondido Simón, de 17. Su entorno es salvaje y aparentemente sin preocupaciones, ya que todos son adolescentes y sus padres están ausentes de sus vidas. Pero atraviesan un momento crítico: están dejando de ser niños, pero todavía no son mayores. Y eso es lo que realmente les sucede, que aún tienen que crecer.